Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinan que niños y adolescentes deberían invertir, como mínimo, 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa, principalmente, aeróbicas, y realizar actividades de fortalecimiento muscular y óseo, al menos, 3 veces por semana.
No parece complicado escribir una lista de aquellas actividades de carácter aeróbico que se podrían practicar. Nadar, correr, saltar, jugar a voleibol, bailar… entre muchas otras serian opciones relativamente fáciles para realizar de manera diaria. Pero en cuanto nos ponemos a pensar en actividades en las que exista un componente de fuerza, no siempre lo tenemos tan claro.
El entrenamiento de la fuerza es un método de acondicionamiento físico capaz de mejorar la capacidad del individuo de vencer una resistencia. Cargar con un peso como puede ser una mochila o subirse a uno de los elementos que puede haber en un parque, son momentos en los que se está trabajando la fuerza, aunque no seamos conscientes.
Al fin y al cabo entrenar la fuerza se puede hacer con diferentes medios, como el propio peso corporal, con bandas elásticas, con balones medicinales, con mancuernas, con barras, con máquinas, con poleas…
Los beneficios que aporta su práctica son muchos y entre ellos encontramos los siguientes:
- Aumenta la fuerza y la potencia de los músculos.
- Aumenta la densidad mineral ósea.
- Reduce el riesgo de lesiones en el deporte.
- Mejora el desempeño de las habilidades motoras (saltar, lanzar, correr).
- Mejora el rendimiento deportivo.
- Mejora la composición corporal en niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad
- Incrementa la sensibilidad a la insulina en adolescentes con sobrepeso u obesidad.
- Mejora el perfil lipídico en la sangre y la función cardiovascular
- Mejora la percepción de la imagen corporal e incrementa la confianza en sí mismo.
- Genera bienestar psicosocial.
- Mejora el rendimiento académico.
- Genera mayor adherencia a la realización de actividad física de por vida.
Para poder obtener estos beneficios, su práctica debe realizarse basándose en recomendaciones individuales, conociendo cuáles son las necesidades de cada individuo y los objetivos. Los expertos recomiendan iniciarse en este tipo de entrenamiento cuando los niños estén mental y físicamente preparados para seguir las instrucciones de un entrenador y tener niveles competentes de equilibrio y control postural, lo que podría situar la edad entre los 8 y 10 años.
Así pues, incluir, según la evidencia clínica, el entrenamiento de la fuerza en niños adolescentes en su rutina, demuestra que es una herramienta útil y eficaz en la preparación física, con beneficios potenciales para la salud a nivel físico, psicológico y social, siempre y cuando se sigan las recomendaciones de profesionales cualificados.
Dra. Eva Ferrer Vidal – Barraquer – Especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte